Hacer ejercicio es una excelente forma de mejorar tu capacidad física en general, además de que influye de forma positiva en tu estado de ánimo. Al ejercitarnos, mantenemos nuestro cuerpo en las mejores condiciones, pero ¿qué sucede cuando dejamos de hacerlo? A todos nos ha pasado que, por pereza, no vamos un día al gimnasio, y ese día se convierte en algunos más, en un mes y, antes de que nos demos cuenta, nuestra membresía se ha vencido.

Es fácil caer en esa tentación y podríamos pensar que no importa en realidad, pero la verdad es que ocurren algunos cambios significativos en nuestra salud cuando dejamos de entrenar. Te presentamos algunos de los cambios principales que experimenta tu cuerpo cuando esto sucede.

Aumento de la presión arterial

Cuando dejamos de hacer actividad física durante un largo periodo, las venas que normalmente se dilatan para facilitar la circulación sanguínea se contraen como consecuencia de la adaptación del cuerpo al estilo de vida sedentario y, por lo tanto, la presión arterial aumenta.

La presión arterial alta, también llamada hipertensión, se asocia a un mayor riesgo de contraer un amplio rango de enfermedades, incluyendo infartos, insuficiencia cardiaca, apoplejías y otras como insuficiencia renal y demencia.

Repunte de los niveles de azúcar

Nuestro cuerpo usa el azúcar que ingerimos como combustible para permitirnos el movimiento y, cuando nuestra rutina cambia y disminuimos nuestra actividad, los niveles de esta sustancia incrementan, debido a que no la quemamos y se quedan en nuestro torrente sanguíneo.

Este problema se convierte en una de las causas principales de diabetes y un riesgo significativo para la salud cuando se padece de forma sostenida. Por ello, mantener un estilo de vida activo puede actuar como una protección poderosa para nuestro bienestar por más tiempo.

Pérdida muscular que reduce la fuerza

Cuando no nos mantenemos activos, comenzaremos a perder la masa muscular que ganamos yendo al gimnasio o entrenando, lo cual, con el paso del tiempo, puede hacer que nuestra fuerza en general disminuya.

Solo deben pasar dos semanas para que los músculos comiencen a perder volumen y, al mismo tiempo, algunas fibras musculares pasen de ser del tipo rápido resistente IIa (usadas para ráfagas de actividad de alta intensidad) al tipo IIx, para actividades de larga duración.

Acumulación de grasa corporal

La disminución del metabolismo y de la quema de energía mediante la actividad física, en conjunto, ocasionan que la grasa se acumule si no ajustamos nuestra dieta al cambio de rutina.

Al mismo tiempo, la capacidad de los músculos para quemarla comienza a declinar tan solo luego de siete días de reducir nuestros niveles de actividad. Lo anterior significa que, cuando comenzamos a entrenar de nuevo, podría ser más difícil perder la grasa extra que se acumuló en el cuerpo.

Disminución de la capacidad de oxigenación

El VO2 Max, es decir, la cantidad máxima de oxígeno que el cuerpo puede utilizar de forma efectiva para llevar a cabo sus actividades comenzará a decaer en solo siete días a partir de que comenzamos a ejercitarnos menos.

En concordancia, nuestra capacidad de resistencia para realizar ejercicios de cardio antes de fatigarnos puede reducirse drásticamente, por lo que recobrar el VO2 Max luego de un periodo largo de no realizar actividades físicas puede volverse un reto.

Mantener el hábito de hacer ejercicio con regularidad trae un sinnúmero de beneficios a los que debemos aspirar. Como hemos demostrado, seguir un entrenamiento continuo no solo es una excelente forma de preservar nuestra condición física y salud, sino también de garantizar que disfrutaremos de los beneficios de un estilo de vida más sano por más tiempo.